Me pregunto si conservamos una especie de sentido «arácnido» intuitivo que nos dice lo que está bien o mal de acuerdo a nuestra naturaleza evolutiva.

Las visiones, ruídos y situaciones que son acordes a la naturaleza me producen placer. Escuchar a los pájaros en su hábitat, la luz de las estrellas o la luna, el ladrido de mis perros pidiendo comida e incluso el de niños jugando y un bebé llorando.

Sin embargo, esos mismos ruidos y visiones , cuando no están acordes a la naturaleza armoniosa, me generan estrés y falta de concentración. Los ladridos de los perros encerrados en las fincas por la noche, la iluminación artificial, la hija de mis vecinos pegando esos gritos fingidos de pava, o el loro encerrado en una jaula.

Es más aún: muchas cosas me resultaban agradables o desagradables sin saber yo si eran naturales o no.

Por ejemplo, siempre me ha dejado desolado y triste la visión de los campos de olivos con el suelo yermo, y siempre me ha gustado la visión de los campos de olivos donde se deja la cubierta vegetal, aún sin saber la importancia que esto último tenía en el suelo.

Siempre me he sentido atraído por los bosques y repelido por las zonas agrícolas, y no hace mucho que fui consciente de que hace unos siglos, toda España estaba llena de bosques.

Parece que tenemos una especie de guía que nos indica que es lo natural incluso sin nosotros saberlo. No solo lo natural sino (mejor dicho) lo que nuestro organismo espera. Así los ruidos de los niños jugando son armoniosos, y el de los niños gritando o escuchando regaeton son horrorosos, dando una señal intuitiva al cerebro de que algo va mal.

Conservamos una intuición muy potente de nuestro pasado de homo sapiens, y me pregunto si funciona igual para el entrenamiento y la salud.

Así, mi cuerpo me avisa con ganas de ejercitarme y me recompensa con placer cuando le doy el estímulo que necesita cuando lo necesita. La misma sensación de comer con hambre, beber con sed y dormir con sueño.

En cambio, cuando toca entrenar y no estoy preparado, mi cuerpo me advierte con apatía, pereza y desgana. Cuando no está preparado para comer, me lo hace saber con la saciedad, y cuando no tengo sueño simplemente no puedo dormir.

Quizá tengamos la solución a muchas de nuestras dudas y problemas «programada» dentro de nosotros mismos, y cada vez somos más incapaces de escucharla.